Volver

Manifiesto ágil: ¿tiene aplicación en la escuela?

Publicado el 17/03/21

Por motivos académicos y laborales me encuentro leyendo mucho, repasando experiencias y reflexionando sobre metodologías ágiles en general y SCRUM en particular aplicados al desarrollo de proyectos. Por motivos familiares, destiné también buena parte de mis jornadas laborales de la semana pasada a reuniones de padres y lectura de formas de aplicación de protocolos a la vuelta a la escuela presencial, después de un año en pausa y aprendizaje virtual.

Es imposible dividir esto que soy: mujer, esposa, madre de dos hijas de 6 y 11 años, contadora, docente, inevitable analista de procesos en cualquier organización, apasionada por las posibilidades que la tecnología puede ayudar a mejorar la forma de hacer las cosas. Y esa combinación de todo esto que soy sufrió mucho a lo largo de la semana pasada.

Para los que no están familiarizados voy a repasar los principios contenidos en el Manifiesto ágil, que se puede resumir en cuatro puntos básicos: 

El objetivo es aceptar el cambio como parte del proyecto que se está desarrollando, en lugar de resistirlo y tratar de mejorar la capacidad de adaptación a él; entender que habrá errores de los que surgirán valiosos aprendizajes y que la perfección está sobrevalorada y siempre es mejor un buen sistema funcional antes que uno perfecto que nunca llegue a aplicarse.

Para los que no tienen hijos en edad escolar, les cuento un poco del protocolo vigente para la vuelta a clases en la escuela. Hablo de escuela primaria en el centro de la ciudad de Rosario de gestión pública, aunque estuve charlando sobre escuelas primarias de gestión privada con familiares y amigos y no varía mucho el protocolo de vuelta a clases. Las clases se van a desarrollar una semana presencial y la siguiente virtual, dividiendo el curso a la mitad para aumentar la separación entre bancos y reducir la capacidad de ocupación del establecimiento y la circulación diaria de personas llevando y trayendo chicos. Se establecieron dos bloques horarios de hora y media cada uno, con un recreo de media hora en el medio, para desinfectar las aulas. No se puede compartir absolutamente nada (los alumnos tienen que llevar todos sus útiles para trabajar en clases + merienda + botella de agua + carpeta de dibujo y materiales para las materias especiales), pero eso tiene que entrar en una mochila o bolsa de tela chica. No pueden correr, ni jugar, ni saltar ni gritar. Ningún adulto puede ingresar sin turno a la escuela. Las comunicaciones van a ir por grupo de difusión de WhatsApp, pero está bueno que los alumnos lleven cuaderno de comunicaciones para que pueda pegarse la nota en el cuaderno. En la semana de educación virtual van a tener que hacer trabajos en casa, sobre los contenidos que desarrollaron en la escuela en plataformas y soportes a determinar por cada docente. 

Hablemos ahora de mis inquietudes. Los alumnos tienen que acostumbrarse a llevar todo, pero tienen que ir livianos. Más les vale que no se olviden nada, porque nadie les va a prestar, pero que ni se les ocurra llevar mochila, porque puede contaminar a toda la escuela. 

Vimos durante todo el año pasado que los medios tecnológicos como un grupo de difusión de WhatsApp son excelentes medios de comunicación, pero hace falta la nota pegada en el cuaderno de comunicaciones y firmada por un adulto responsable. ¿No alcanza la notificación de lectura?

Quedó demostrado que los que los chicos necesitan para un mejor aprendizaje es el trabajo en conjunto y que la explicación puede quedar para la semana de virtualidad (sobre todo en los grados superiores), pero vamos a volver a un esquema de clases magistrales conjuntas y aplicación solos en casa. Y por supuesto, con herramientas, plataformas y sistemas diversos, que tendrán que aprender a usar los chicos y sus padres, porque en primaria necesitan algún grado de seguimiento.

Cualquiera que haya dado o asistido a una conferencia sabe que la atención máxima del auditorio no se sostiene mucho más allá de quince o veinte minutos. Y programan tres bloques de media hora juntos, sin corte, tanto para sexto grado como para primer grado. ¿Qué estrategias va a tener que aplicar la maestra en la última media hora del bloque para mantenerlos con ella en cuerpo y alma? 

¿Escuela y agilidad son conceptos irreconciliables? ¿SCRUM podría haberse aplicado a este proyecto de vuelta a clases? ¿De qué manera? 

Como con todo en la vida con entrenamiento y capacitaciones y confiando en el criterio de los que hacen las cosas, dándoles la posibilidad de tomar decisiones a cada uno de los equipos que están en cada una de las escuelas peleando para lograr esta vuelta a clases. Después de un año de pandemia todos sabemos los cuidados que deben guardarse: barbijo, distanciamiento, ventilación de los espacios cerrados, apropiación de los lugares abiertos, lavado frecuente de manos con agua y jabón o desinfección con alcohol en gel o al 70%. Las autoridades encargadas de supervisar deberían haber verificado que se cumplan esos cuidados, adaptándolos a la realidad de cada escuela. 

Cada escuela debería haber fijado un protocolo flexible y probarlo en forma escalonada, adaptándolo a partir de las experiencias vividas (los últimos años de cada nivel volvieron a la escuela mediados de febrero y deberían haber capitalizado las experiencias de docentes y alumnos en ese período para mejorar el protocolo para la vuelta general). La fortaleza de SCRUM es darle al equipo, integrado por quiénes están a cargo de ejecutar el trabajo. Nadie mejor capacitado que el que conoce la realidad de la diaria para decidir la manera más apropiada de adecuar nuevas prácticas a esa realidad. 

Ningún proceso debería estar escrito en piedra ni ser inmutable, menos en un contexto como el que estamos atravesando, donde la situación cambia día a día y a pesar de un año como que el pasamos, la escuela como institución no termina de asimilarlo. Y sigue sin escuchar a quiénes tendrían las respuestas. ¿Tienen hijos en edad escolar? ¿Cómo están viviendo este proceso?