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Tanto en la escuela como en la empresa

Publicado el 14/09/20

Trabajé más de 10 años en diferentes empresas, casi todo ese tiempo participando o liderando proyectos relacionados con la implementación de nuevas tecnologías o nuevos procesos. Casi siempre traté de encontrarle la vuelta a los problemas, de buscarle la vuelta a la burocracia, de explicar lo inexplicable una vez más. Nada me ponía de peor humor en una reunión de las interminables que solía tener que la habilidad para esquivar tareas, tratando de pasarsela al de enfrente, sin hacerse cargo. 

De esquivadores de tareas había hablado en otra oportunidad, usando como disparador una consigna de un taller literario que frecuenté y me soltó un poco el tema escritura. 

Te mandé el mail, no me notificaron, se perdió la convocatoria, no sabía que tenía que hacer esa minuta y otras excusas del estilo, para demorar los proyectos y no resolver absolutamente nada eran capaces de ponerme los ojos rojos  y sacar lo peor de mí. Una Bea diferente, rabiosa surgía, a mi pesar...

La maternidad me alejó de los proyectos de sistemas y las reuniones interminables. Empecé a convocar y dirigir yo, con mis tiempos y ejecutando las tareas posteriores, para que las cosas avancen a mi ritmo. Hasta que la maternidad nuevamente me devolvió a reuniones de ese estilo odiado y odioso, en el que nadie gana nada. 

A pesar del horror que puede causar la frase en los ambientes más relacionados con la educación, la escuela es una empresa en sentido amplio: hay recursos escasos que deben coordinarse para brindar el servicio de educación a los niños. Y tanto en la escuela como en las empresas comerciales, las malas prácticas en liderazgo y gestión se multiplican. 

El lunes pasado me tocó participar en una de esas reuniones, la primera desde la suspensión de clases, vía MEET, por esto de la pandemia y el confinamiento, donde vi con horror como no podía contener a la Bea de las reuniones de avance de proyecto en las que no se avanzaba, porque cada cosa que mencionaban estaba en contra de lo que trato de aplicar en mi trabajo y que trato de enseñar en mis clases. Por ejemplo:

Liderar (y una directora de escuela debe hacerlo), lo mismo que un gerente en una empresa (tenga el tamaño que tenga) implica estar preparados para lo inesperado. Dejando de lado que puede haber sido inesperado el 16 de marzo. A 175 días de suspendidas las clases es normal y la planificación tendría que haber estado, sino en febrero, cuando las noticias de la pandemia desparramándose por el mundo se conocían, por lo menos en abril. Liderar implica cuidar a tu gente y definirles el marco mínimo de trabajo: que cada uno haga lo que pueda o que el docente expliqué por qué no responde los mails no entra en estas categorías.  Liderar significa administrar a partir de recursos escasos y no escudarse en sindicatos o leyes fuera de vigencia para justificar las inacciones propias

La pandemia nos sacó del eje. Nos obligó, nos obliga a reinventarnos día a día para seguir en marcha. No podemos seguir haciendo lo mismo. No podemos no pensar en la próxima pandemia. No podemos solos, no podemos sin cuidar al equipo. No podemos darnos el lujo de tener un sistema educativo, ni profesionales ni un ecosistema empresario que no piense en esto. Ya no.